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13/10/2021
DE LA GRANJA A LA MESA, ES HORA DE HACER CASO A LOS DATOS DISPONIBLES
COPA-COGECA
Todos los actores de la cadena de suministro alimentario respaldan los principios fundamentales de la estrategia «De la granja a mesa» y coinciden en que se precisan mejoras continuas y significativas para aportar un planteamiento más sostenible a nuestros sistemas alimentarios. Sin embargo, varios estudios sobre la estrategia «De la granja a la mesa» recientemente publicados señalan que aplicar las metas que se proponen en su estado actual traerá consigo un coste elevado para los agricultores de la UE y afectará a la viabilidad misma de todo el sector agroalimentario europeo.

Ya ha pasado el momento de transmitir mensajes políticos sobre esta estrategia y ha llegado la hora de analizar los datos de que disponemos actualmente. En los últimos meses se han realizado diversos informes y estudios para intentar evaluar y medir los efectos de las metas que fijó la Comisión Europea al presentar la estrategia «De la granja a la mesa» y la estrategia sobre Biodiversidad en mayo de 2020.

Los distintos estudios que han llevado a cabo el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), la consultora HFFA Research Research, el Centro Común de Investigación de la UE, la Universidad de Kiel y la Universidad y centro de Investigación de Wageningen (WUR) respectivamente, concluyen que existen diversos efectos, contrapartidas y ángulos muertos significativos que los legisladores de la UE (y de otras partes del mundo) deben tomar en consideración urgentemente.

He aquí algunos ejemplos:
- El estudio del CCI pronostica que la reducción de entre el 40% y el 60% de las emisiones de GEI provenientes de la agricultura, que se espera gracias a la ejecución de las metas de la estrategia «De la granja a la mesa», provocará a su vez una externalización de la producción agrícola europea, y de sus emisiones, a países extracomunitarios.

- El estudio de la Universidad de Kiel concluye que Europea podría convertirse en un importador neto de alimentos, lo cual sería totalmente contrario al principio de autonomía estratégica abierta que propugnó la Comisión Europea durante la crisis de la COVID-19.

- El estudio del USDA, por su parte, llega a la conclusión de que las metas que se fijan en la estrategia «De la granja a la mesa» podrían poner en peligro la seguridad alimentaria de 22 millones de personas.

¿Por qué no se analizan estos datos en Europa?
Todos estos estudios, con metodologías diferentes, puntos de estudio diferentes y ciertas limitaciones, son complementarios. Pero todos llegan a la misma conclusión: La producción agrícola de la UE disminuirá, en algunas zonas y en determinados productos incluso drásticamente. A tenor del estudio más reciente de la Universidad de Wageningen (WUR), se espera una caída de la producción media de entre el 10% y el 20%, debido a los efectos acumulativos de las metas en cuestión, pudiendo ser incluso del 30% en el caso de determinados cultivos.

En cuanto a la producción ganadera, el estudio de la Universidad de Kiel apunta a una reducción media del 20% en la producción de carne de vacuno en la UE, además de una disminución del 17% en la producción de carne de cerdo. Además, un documento de política más exhaustivo, también de la WUR y que se publicará próximamente, confirma una disminución general en la producción de carne de vacuno, porcino y de leche, que desencadenará un encarecimiento de los precios al consumidor en la UE, pero también causará efectos cuestionables en la renta de los ganaderos.

Los datos evidencian inequívocamente que se observarán efectos en el comercio, la renta de los agricultores y, en última instancia, en los precios al consumo. En semejantes condiciones, cambiar el sistema alimentario será una tarea mucho más ardua, y aplicar impuestos al consumo (tal y como propuso el Parlamento Europeo), podría suponer una injusticia social.

Todos los eslabones de la cadena de suministro agroalimentario somos conscientes de los desafíos medioambientales y climáticos de hoy en día. Todos estamos comprometidos a poner nuestro grano de arena para mitigar los efectos negativos del cambio climático. La producción agrícola europea, no en vano, es una de las más respetuosas del mundo con los recursos naturales y el medio ambiente. Aun así, los productores europeos consideran que con la innovación y las ayudas pertinentes como pieza central de la política agrícola de la UE los agricultores seguirán produciendo incluso de forma más sostenible. Entendemos las expectativas de la sociedad y los legisladores en el ámbito de la producción alimentaria. Sin embargo, imponer «metas políticas que no se sustentan en datos» provocará efectos perjudiciales para la agricultura europea. Por ello, debemos elaborar políticas orientadas a hallar soluciones, fundadas en los datos disponibles y con la innovación como motor principal.

Por otra parte, para hablar de soluciones, necesitamos entender de la misma manera cuáles son los desafíos que tendremos que afrontar al perseguir los objetivos de la estrategia «De la granja a la mesa». Esta comprensión común debería sustentarse en una evaluación exhaustiva de los efectos acumulativos realizada por la Comisión Europea. El estudio más reciente de la Universidad de Wageningen, que analiza diferentes supuestos, muestra claramente que analizar las metas de la estrategia «De la granja a la mesa» de forma aislada (como la Comisión parece tener la intención de hacer de ahora en adelante) solo aportará una visión parcial de los efectos acumulativos que soportarán realmente los agricultores y actores del sector agroalimentario.

En lo que nos atañe, deseamos tanto como la Comisión poner fin a este debate sobre la necesidad de llevar a cabo una evaluación de los efectos acumulativos. Exigimos una evaluación exhaustiva, porque queremos comprender dónde es probable que aparezcan efectos acumulativos, para poder pasar a hablar de soluciones concretas.

El modelo europeo de producción alimentaria, cuya punta de lanza es la Política Agrícola Común, es uno de los mayores éxitos de la Unión Europea. Por ello no terminamos de entender este supuesto intento de retroceder en nuestros progresos e ignorar nuestros logros, mientras nuestros socios comerciales ya empiezan a pensar en cómo aprovechar los vacíos y lagunas de producción que se generen en Europa.

Además, si se cumplen los pronósticos de todos los investigadores que han evaluado los efectos de las propuestas actuales de la Comisión, es decir: si disminuye la producción de la UE, las importaciones comunitarias de materias primas e ingredientes para la industria alimentaria se incrementarán considerablemente, creando una dependencia de la UE respecto a las importaciones necesarias para alimentar a su población. Ello, a su vez, provocará riesgos políticos y para la seguridad alimentaria de los consumidores europeos.

Ha llegado la hora de que la Comisión Europea lleve a cabo una evaluación del impacto integral. El plazo de la estrategia «De la granja a la mesa» es inminente. Ocho años no son muchos en el sector agrícola. El tiempo apremia y necesitamos propuestas concretas para entablar un debate en profundidad sobre las opciones que escogemos: un debate que se sustente en los datos más rigurosos.
 
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